martes, 24 de junio de 2014

LLAMADOS PARA SER LIBRES

1. El libre albedrío.
La libertad, tiene su fundamento en que somos ''imagen de Dios''. Dios libre en su acción creadora, creó al hombre igualmente libre, esto es, capaz de tomar sus propias decisiones y de ser responsable, por lo tanto, de sus actos. Esto lo diferencia de las demás criaturas terrestres. Su vida es un quehacer, un proyecto que tiene que realizar.
Tenemos una misión, debemos descubrirla y cumplirla.
2. Libres de la ley.
El Señor Jesús nos libró de la ley de Moisés. Hoy se hace difícil que pudiéramos ponerla en práctica. La enorme cantidad de normas que regulaban la vida de las personas era insoportable (613 preceptos).
Pedro dice en Hechos 15, 10, que era “una carga que ni nosotros ni nuestros antepasados hemos podido llevar”.
3. Libres por la verdad
"Si ustedes se mantienen firmes en mi palabra serán de veras mis discípulos; conocerán la verdad y la verdad los hará libres", Jn 8, 31-32. Esta frase establece una estrecha relación entre la verdad y la libertad. Estar en la verdad es un requisito imprescindible para que la actuación humana sea verdaderamente libre. No podemos tomar buenas decisiones si la información de la cual disponemos es falsa o escasa.
La primera gran verdad o primera gran sabiduría es reconocernos como hijos de Dios, por ello Jesucristo nos dijo: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu mente, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”, pero hay una segunda ley tan importante con la primera: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, esto quiere decir que la segunda sabiduría es “descubrir las necesidades de los demás y hacer algo por ellas”.
4. Libres del pecado
Juan 8, 34 “Todos los que pecan son esclavos del pecado”.
Como dice el evangelio, el pecado nos hace esclavos, el pecado llama a otro pecado y así sucesivamente hasta que perdemos nuestra libertad. Donde está tu Dios ahí está tu corazón.
"No usen esa libertad para dar rienda suelta a sus instintos. Más bien sírvanse los unos a los otros por amor. El amor resume toda la ley: Porque ustedes hermanos, a la libertad fueron llamados; pero no usen la libertad como ocasión para la carne, sino sírvanse por amor los unos a los otros. Porque toda la ley se cumple en esta sola palabra: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si se muerden y comen unos a otros, llegarán a destruirse entre ustedes mismos. Digo, pues: Vivan según el Espíritu, y no satisfagan los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne está contra el Espíritu, y el del Espíritu está en contra la carne; El uno está en contra del otro, y por eso ustedes no pueden hacer lo que quisieran. Pero si el Espíritu los guía, entonces ya no estarán sometidos a la a ley."
Gal 5, 13-18.
5. Los malos deseos.
Gal 5 19-21 "Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.”
Los que somos de Cristo ya hemos crucificado nuestra naturaleza pecadora porque nos estamos dejando guiar por el Espíritu. Si caemos nos levantamos por medio de la confesión, la oración, los sacramentos, las obras de misericordia.

6. El Señor Jesús no era un Mesías enviado para liberar políticamente a Israel, sino para liberarnos del pecado original de nuestros padres Adán y Eva.
El Señor Jesús murió en la cruz para obtener esa liberación Él vino para redimirnos del pecado.

7. Libres de la muerte.
Esta condena, de la cual no escapa nadie, vino a ser rota por medio del evangelio, porque el Señor Jesús “quitó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal” (2da. Timoteo 1:10).

La responsabilidad del hombre ante Dios por sus actos le obliga a amar apasionadamente la verdad y buscarla sin tregua, a saber discernir, a tomar decisiones dejándose llevar por el Espíritu Santo.

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