domingo, 6 de diciembre de 2015

CASO EJEMPLAR DE PERDÓN

SIMÓN, ¿ME AMAS?
Siempre que leo el encuentro de Jesús resucitado con Simón Pedro a orillas del Tiberías, me sigo emocionando tanto como la primera vez. Y es que esta sencilla historia de dos amigos entrañables cuyo amor vence a la muerte, a la traición, al dolor, cala tanto en mi corazón y alimenta mi fe.
Para los que no lo sepan, Pedro fue el Apóstol más amado por Jesús, a quien el Maestro siempre reservaba lo mejor de sus enseñanzas, uno de los tres más cercanos, el que le prometió morir con Él y defenderlo con coraje… Y quien a la hora de la prueba, salió huyendo y hasta lo negó cobardemente por miedo.
Cuenta la historia que en ese amanecer de dolor, justo en su tercera negación cantó el gallo y a la luz de la fogata apareció Jesús, arrestado y torturado. La mirada de Simón Pedro y su Maestro se cruzaron. Simón lloró amargamente esa noche por la vergüenza de su traición.

¿Qué hubiese sido de Simón si Jesús nunca hubiese resucitado, si nunca hubiese venido a su encuentro a perdonarlo?… Siempre recordaría su mirada, hasta el último día de su vida, en cada minuto... con cada respiración… su vergüenza, su dolor, irían creciendo y torturándolo… ¡Tres años de tanto milagro y amor recibidos para terminar pagándole con cobardía y deslealtad! Cada vez que Simón viera una silueta cruzar junto a la fogata por las noches, se acordaría de Él, recordaría Su mirada de decepción, acusando su debilidad, y lloraría amargamente otra vez.
Lo maravilloso de esta historia es que el amigo regresó SÓLO por él, para decirle… ánimo, yo te perdono, levántate, sigo confiando en ti, se lo que puedes dar, se lo que vales, te conozco, por eso te perdono amigo mío, porque te amo. No sigas llorando más… Te amo…
Discúlpenme si se me cae una lágrima ahora, es que no conozco a nadie más que pueda ser capaz de vencer a la muerte para regresar a mi lado a decirme eso… Sólo a Cristo. Por eso me emociono tanto. Porque yo soy ese Simón… valentón, torpe, impulsivo, fanfarrón, de buen corazón, disponible, amigo, cobarde, tonto… Digo que soy capaz de todo y a la hora de la prueba salgo corriendo. Y es tan increíble tener esa clase de amigos que sólo se fija en mi buen corazón y en lo que puedo dar, que olvida siempre mi debilidad, que nunca me restriega mis errores y que no se cansará de amarme y confiar su Iglesia en mis torpes manos.
Cristo regresó… lo hizo por mi, para mi… ¿Qué hubiera sido mi si no hubiera resucitado y venido a mi encuentro? Cristo NO resucitó para toda la humanidad, lo hizo para cada uno, con nombre propio… para mí… Para venir a mi encuentro y perdonarme, porque sabía que por vergüenza nunca lo hubiera yo buscado… Por eso lo amo tanto…
Simón, ¿me amas?...
Cuántas veces dicen las Escrituras que Cristo le hizo esa pregunta a Pedro?... Cuántas?... NINGUNA!... Cristo le preguntó a Simón, no a Pedro. Pedro era el título que le dio Cristo, la roca fuerte, Simón era la caña quebradiza, la debilidad, la infidelidad, la traición, la vergüenza. Simón era el hombre... Pedro era la Misión.
Cristo le hablaba al hombre antes de darle su misión.
Dicen las Escrituras que Simón volvió a llorar amargamente, pero no como esa infame noche, no. Esta vez lloraba de amor, pues la tristeza emanada de Dios RECONSTRUYE, a diferencia de la tristeza que viene del mundo, que destruye. Simón lloraba para vaciar todo ese dolor, para recibir el perdón sanador. Simón pudo al fin resarcir sus faltas, una a una, para poder convertirse en Pedro, el sucesor de Cristo.
Jesús quiso venir al encuentro de su amigo porque sabía de su dolor, de su vergüenza. E hizo lo más grande que se puede hacer por un amigo que sufre en busca del perdón... ir hacia él para perdonarlo.
Cristo ya lo había perdonado en la cruz, pero quería escuchar de los labios de su amigo que lo amaba, que le dolió más a él su falta, que se arrepentía... y fue a su encuentro esa tarde a orillas de mar.
Cuántas veces resulté herido y avergonzado por la debilidad de mi "Simón", de mi lado débil. Mi corazón se desesperaba recordando la mirada de Cristo ante la traición. Y mi vergüenza era tanta que no me permitió darme cuenta que esa mirada de Jesús no era de decepción, Él solamente me contemplaba intentando calmarme, darme confianza a pesar de lo que Él estaba sufriendo esa noche… por mi mal… ¿Hasta dónde llegaba el corazón santo de ese amigo mío que no le importaba su dolor más que el mío?
El perdón de Cristo, NO es de esa clase de perdón que se fija en mis reincidencias, en mi debilidad, que me prejuzga y se da a medias… Es de ese perdón que siempre verá más allá de todo eso, que siempre apostará por lo que soy capaz de dar, que siempre confiará incondicionalmente en mí. Que me invita a perdonarme primero a mi mismo, y que me anima a luchar. Es de ese raro tipo de perdón que me hace crecer y seguir creyendo en que soy amado y en que yo también soy capaz de perdonar así...
-Simón, ¿me amas?...
...Si Señor, pero... pero.... es que soy así. Todavía no puedo quitarme este rencor por esa persona, no puedo perdonarme por lo que hice, no me acepto como soy, todavía tengo miedo de tantas cosas...
-Simón, dime, ¿me amas?...
-...Pero te insulto todos los días con mis faltas, tengo malos pensamientos, obro mal, tú conoces mis vicios!, soy irascible, desconfiado… no te cumplo tú lo sabes!, le fallo a los míos siempre... No soy confiable...
-Si, si, si, ya se, pero... ¿me amas?...
-…Pero Señor...
-¡Nada más contéstame hombre! Quiero oírlo de ti, para que sepas que te perdono, para que ya no te duela más...
-Si Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo...
-Entonces sígueme PEDRO, mi rebaño has de cuidar... Ven y lucha, a mi lado, por mi Iglesia que tanto te necesita... No me importa cómo seas hoy, YO te confío lo más importante que tengo, mi pueblo, porque sé que irás mejorando y serás grande algún día…
-Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo...!
JHONNY M.R.
jhonnydedios@hotmail.com
La_Comunidad@yahoogroups.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario