domingo, 17 de agosto de 2014

EL HOMBRE QUE QUISO SER DIOS

Con frecuencia pensamos: “Si yo fuera Dios no permitiría tanta injusticia", “si yo fuera Dios no dejaría que los niños trabajen”. “Si yo fuera Dios eliminaría la pobreza y acabaría las guerras”.
Cuenta una vieja historia que un hombre quiso tomar el lugar de Jesús en la cruz.  Le llamaban “Benedicto”, pensó que podía hacer un trabajo igual o mejor que el de Jesús. Pensó en hacer justicia, pero no tenía toda la sabiduría de Dios para aplicarla.
Benedicto, cuidaba una Ermita. A ella acudía la gente a orar con mucha devoción. En esta ermita había una cruz muy antigua. Muchos acudían ahí para pedirle a Cristo algún milagro.  Un día el ermitaño Benedicto quiso pedirle un favor.  Lo impulsaba un sentimiento generoso. Se arrodilló ante la cruz y dijo: “Señor, quiero padecer por ti. Déjame ocupar tu puesto. Quiero reemplazarte en la Cruz. “ Y se quedó fijo con la mirada puesta en la Efigie, como esperando la respuesta. El Señor abrió sus labios y habló. Sus palabras cayeron de lo alto, susurrantes y amonestadoras: “Hijo mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser con una condición.” ¿Cuál, Señor?, - preguntó con acento suplicante Benedicto. “¿Es una condición difícil? Estoy dispuesto a cumplirla con tu ayuda, Señor!”, - respondió el viejo ermitaño.  -” Escucha: suceda lo que suceda y veas lo que veas, has de guardarte en silencio siempre.”
Benedicto contestó: “Os, lo prometo, Señor!”  Y se efectuó el cambio. Nadie advirtió el trueque. Nadie reconoció al ermitaño, colgado con los clavos en la Cruz. El Señor ocupaba el puesto de Benedicto. Y éste por largo tiempo cumplió el compromiso. A nadie dijo nada. Pero un día, llegó un rico, después de haber orado, dejó allí olvidada su cartera.  Benedicto lo vió y calló. Tampoco dijo nada cuando un pobre, que vino dos horas después, se tomo de la cartera del rico. Ni tampoco dijo nada cuando un muchacho se postró ante él poco después, para pedirle su gracia antes de emprender un largo viaje. Pero en ese momento volvió a entrar el rico en busca de la bolsa. Al no hallarla, pensó que el muchacho se la había apropiado. El rico se volvió al joven y le dijo iracundo: “¡Dame la bolsa que me has robado!”.  El joven sorprendido, replicó: “¡No he robado ninguna bolsa!” “¡No mientas, devuélvemela enseguida!.” “¡Le repito que no he tomado ninguna bolsa!” afirmó el muchacho. El rico arremetió, furioso contra él.  Sonó entonces una voz fuerte: “¡Deténte! ...”  El rico miró hacia arriba y vio que la imagen le hablaba.  Benedicto, que no pudo permanecer en silencio, gritó, defendió al joven, increpó al rico por la falsa acusación. Éste quedó anonadado, y salió de la Ermita. El joven salió también porque tenía prisa para emprender su viaje. Cuando la Ermita quedó a solas, Cristo se dirigió a su siervo y le dijo: “Baja de la Cruz. No cumpliste tu palabra. No has sabido guardar silencio”.
“Señor, - dijo Benedicto -, ¿cómo iba a permitir esa injusticia?”. Jesús ocupó la Cruz de nuevo y el ermitaño se quedó ante la Cruz. El Señor, siguió hablando: “Tu no sabías que al rico le convenía perder la bolsa, pues llevaba en ella el dinero para pagar la virginidad de una joven mujer. El pobre, por el contrario, tenía necesidad de ese dinero, en cuanto al muchacho que iba a ser golpeado, sus heridas le hubiesen impedido realizar el viaje que para él resultaría fatal. Ahora, hace unos minutos acaba de zozobrar el barco y él ha perdido la vida. Tu no sabías nada. Yo sí. Por eso callo.” Y el Señor nuevamente guardo silencio.
Muchas veces nos preguntamos ¿Por qué razón Dios no nos contesta ... ¿Por qué razón se queda callado Dios? No olvidemos que estamos en sus manos Amorosas y Misericordiosas. Y aunque nos parezca a veces que no nos escucha, siempre lo hace. Y en todo lo que permite (aunque sea una injusticia), en el fondo siempre hay un bien para nosotros en su plan Divino.  Hoy le pido a Dios más que nunca no sólo que me conforme con su plan, con su voluntad, sino que la ame y la desee.

domingo, 29 de junio de 2014

LA GRACIA DEL ESPÍRITU SANTO

En Génesis 1, 2 podemos leer que la tierra no tenía ninguna forma, todo era un mar profundo, cubierto de oscuridad, y el espíritu de Dios se movía sobre el agua.
Dios tiene un movimiento en la creación. El espíritu va a crear todo lo que falta. Crear y arreglar. Crear no es arreglar, es hacer algo de la nada. El Espíritu Santo es capaz de crear todo lo que usted le permita hacer.
Al comienzo todo era caos, desorden, el espíritu transformó este desorden en cosmos (lo bello, el orden). El Espíritu Santo es capaz de hacer de la nada, de lo que no hay, YA NO HAY CASOS PERDIDOS. El Espíritu Santo puede hacer algo completamente nuevo donde todo está perdido.
Si te falta algo, ¿quién te lo va a dar? El Espíritu Santo, si te falta un empleo ¿quién te lo va a dar? El Espíritu Santo, si te falta valentía ¿quién te lo va a dar? El Espíritu Santo.
Me voy a parar delante de las personas que no me gustan y tratarlas de una manera distinta.

No le temamos a lo distinto, LO NUEVO. La verdad es como una sinfonía, cada instrumento tiene una parte de la verdad. Lo que rompe la unidad es cuando todos piensan igual. La uniformidad rompe la unidad. La acción del Espíritu Santo no va por la uniformidad sino por EL ORDEN EN LA DIVERSIDAD, EN LA MULTIPLICIDAD, la estrechez de pensamiento nos lleva a la uniformidad.

En Génesis 11, podemos leer que el hombre quiso construir la Torre de Babel para hacerse famoso desde lo alto, dominar, dividir; pero el Señor les confundió su idioma para que no se entiendan entre ellos.
Confundir el idioma es cuando cada uno habla desde su propio interés, capricho, conveniencia, sin la capacidad de entenderse uno con el otro.
En Pentecostés, la Gracia del Espíritu Santo hizo que todos se entendieran aún hablando en lenguas distintas.
¿Todos quieren a la iglesia? No, ¿todos quieren a los curas? No, ¿todos quieren a la Madre Teresa? Sí, ¿por qué? Porque ella nos habló con EL LENGUAJE DEL AMOR, ése es el lenguaje del Espíritu Santo.
La Madre Teresa le dijo a una joven: "¿No quieres a tu hijo?, ¿lo quieres abortar? ¡Dámelo! Yo lo cuidaré."
Cuando un donante le dijo a la Madre Teresa: "Yo ni por un millón de dólares haría lo que usted hace", ella le respondió: "Tiene usted razón, yo  tampoco lo haría?. Pues ella lo hace (atender al necesitado) gratis.

LOS DONES del Espíritu Santo son ayudas sobrenaturales para vivir la vida a plenitud.
1. DON DE LA SABIDURÍA, es la capacidad sobrenatural para saborear, gustar las cosas de Dios.
2. DON DE LA INTELIGENCIA, es la capacidad sobrenatural para comprender las verdades reveladas.
3. DON DEL CONSEJO, es la capacidad sobrenatural para comprender lo que es recto y saber aconsejar a otros en lo mismo.
4. DON DE LA FORTALEZA, es la capacidad sobrenatural para enfrentar dificultades, para seguir la voluntad de Dios y para evitar las tentaciones.
5. DON DE CIENCIA, es la capacidad sobrenatural para comprender las cosas creadas y reveladas en función a un fin sobrenatural.
6. DON DE LA PIEDAD, es la capacidad sobrenatural de amar más a Dios y a los hermanos.
7. DON DEL TEMOR DE DIOS, es la capacidad sobrenatural de poner el mayor cuidado para valorar la obra de Dios. Por ejemplo, cuando tomamos un bebé en brazos, ponemos todo el cuidado en su protección. Es diferente al miedo, que paraliza. El temor de Dios es un temor a defraudarle al no hacer su voluntad.

martes, 24 de junio de 2014

LLAMADOS PARA SER LIBRES

1. El libre albedrío.
La libertad, tiene su fundamento en que somos ''imagen de Dios''. Dios libre en su acción creadora, creó al hombre igualmente libre, esto es, capaz de tomar sus propias decisiones y de ser responsable, por lo tanto, de sus actos. Esto lo diferencia de las demás criaturas terrestres. Su vida es un quehacer, un proyecto que tiene que realizar.
Tenemos una misión, debemos descubrirla y cumplirla.
2. Libres de la ley.
El Señor Jesús nos libró de la ley de Moisés. Hoy se hace difícil que pudiéramos ponerla en práctica. La enorme cantidad de normas que regulaban la vida de las personas era insoportable (613 preceptos).
Pedro dice en Hechos 15, 10, que era “una carga que ni nosotros ni nuestros antepasados hemos podido llevar”.
3. Libres por la verdad
"Si ustedes se mantienen firmes en mi palabra serán de veras mis discípulos; conocerán la verdad y la verdad los hará libres", Jn 8, 31-32. Esta frase establece una estrecha relación entre la verdad y la libertad. Estar en la verdad es un requisito imprescindible para que la actuación humana sea verdaderamente libre. No podemos tomar buenas decisiones si la información de la cual disponemos es falsa o escasa.
La primera gran verdad o primera gran sabiduría es reconocernos como hijos de Dios, por ello Jesucristo nos dijo: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu mente, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”, pero hay una segunda ley tan importante con la primera: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, esto quiere decir que la segunda sabiduría es “descubrir las necesidades de los demás y hacer algo por ellas”.
4. Libres del pecado
Juan 8, 34 “Todos los que pecan son esclavos del pecado”.
Como dice el evangelio, el pecado nos hace esclavos, el pecado llama a otro pecado y así sucesivamente hasta que perdemos nuestra libertad. Donde está tu Dios ahí está tu corazón.
"No usen esa libertad para dar rienda suelta a sus instintos. Más bien sírvanse los unos a los otros por amor. El amor resume toda la ley: Porque ustedes hermanos, a la libertad fueron llamados; pero no usen la libertad como ocasión para la carne, sino sírvanse por amor los unos a los otros. Porque toda la ley se cumple en esta sola palabra: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si se muerden y comen unos a otros, llegarán a destruirse entre ustedes mismos. Digo, pues: Vivan según el Espíritu, y no satisfagan los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne está contra el Espíritu, y el del Espíritu está en contra la carne; El uno está en contra del otro, y por eso ustedes no pueden hacer lo que quisieran. Pero si el Espíritu los guía, entonces ya no estarán sometidos a la a ley."
Gal 5, 13-18.
5. Los malos deseos.
Gal 5 19-21 "Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.”
Los que somos de Cristo ya hemos crucificado nuestra naturaleza pecadora porque nos estamos dejando guiar por el Espíritu. Si caemos nos levantamos por medio de la confesión, la oración, los sacramentos, las obras de misericordia.

6. El Señor Jesús no era un Mesías enviado para liberar políticamente a Israel, sino para liberarnos del pecado original de nuestros padres Adán y Eva.
El Señor Jesús murió en la cruz para obtener esa liberación Él vino para redimirnos del pecado.

7. Libres de la muerte.
Esta condena, de la cual no escapa nadie, vino a ser rota por medio del evangelio, porque el Señor Jesús “quitó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal” (2da. Timoteo 1:10).

La responsabilidad del hombre ante Dios por sus actos le obliga a amar apasionadamente la verdad y buscarla sin tregua, a saber discernir, a tomar decisiones dejándose llevar por el Espíritu Santo.